HABLEMOS DE LA TELE. Informar sin formar

José Luis Córdova. Periodista. Las transmisiones de los Juegos Pan y Parapanamericanos realizados en Chile podrían haberse constituido en un verdadero remanso reparador para nuestra a menudo tediosa televisión criolla. Se suspendieron emisiones de espacios de discutible calidad y teleseries; se alteraron los horarios de los noticiarios y varios programas -incluidos los realities shows- se transmitieron demasiado tarde por las noches.

Parecía una buena oportunidad para congraciarse con este medio de comunicación, pero lamentablemente las presentaciones “en vivo y en directo” de varias pruebas en distintos deportes dejaron también mucho que desear. Hay que aclarar que las cámaras correspondían a la transmisión internacional externa y sólo TVN y CHV tenían cámaras propias instaladas. Timbres de voces y exageraciones bastante desagradables, incluidos modos y muletillas de dudosa reputación, hicieron de los relatos momentos incómodos, irritantes y enojosos.

Mención aparte merece el “encantamiento” de sus propios colegas por el relato de Pedro Carcuro de la medalla de plata para la excelente nadadora Kristel Kobrich, catalogado como “épico”, “histórico” y otros epítetos evidentemente exagerados. La simpática alquimia de convertir la plata dé oro, llamó la atención y se incorpora a frases tan famosas como “¡Me pongo de pie!”, “¡Gloriosa derrota!”, “¡Si, estoy llorando!”, ¡Un canto a la vida, un canto al amor…!” y otras exclamaciones destempladas, estilo Julio Martínez, Fernando Solabarrieta, Vladimiro Mimica y el mismo Carcuro.

En general, los relatos de las competencias se inundaron de lugares comunes, un léxico cada vez más empobrecido y el inevitable clamor retórico de: “¡Vamos Chile!” de un incontrolable chovinismo, solo comparable a las transmisiones en exclusiva de los juegos donde solo participaban deportistas chilenos, con honrosas excepciones -como de la gimnasta Rebeca Andrade- ignorando otras espectaculares estrellas de pistas, piletas, canchas y otros terrenos de competencia.

Tal como otros colegas conductores, animadores, reporteros y “noteros” muestran limitados conocimientos lingüísticos, los “expertos” en deportes utilizan apenas unos centenares de las más de 300 mil palabras que tiene el idioma español. Una pena, considerando que -en promedio- los periodistas usan unas tres mil palabras y -como triste ejemplo- un cantante urbano usa apenas una treintena de palabras de una lengua tan rica como exuberante en sinónimos, hipérboles, metáforas y otros recursos que aportan belleza y emotividad a cualquier relato.

Como es habitual en la televisión chilena, las emisiones de competencias, partidos y pruebas son interrumpidas brutal e inopinadamente por las dichosas tandas comerciales que alteran hasta los momentos más célebres, interesantes e importantes de los juegos.

Una vez más, se destaca la absoluta ausencia de una labor formadora, pedagógica respecto a deportes nuevos, prácticamente desconocidos y para los cuales habría sido una gran oportunidad para su explicación y difusión masiva. No podía esperarse que los propios deportistas -algunos incorporados a las emisiones como “expertos”- tuvieran las condiciones aptas para entregar detalles de las características, modos de evaluación y otros detalles de las competencias menos conocidas.

Obvio que les corresponde a nuestros colegas informarse e informar cómo se debe, es decir, reportear, cómo se debería hacer también en casos de acontecimientos noticiosos ante los cuales -lamentablemente también- se entregan antecedentes imprecisos, ambiguos y hasta distractivos desde el mismo lugar de los hechos. Las famosas y nunca bien ponderadas 5 dobles V (W) brillan por su ausencia: qué, quién, cuándo, cómo, por qué. Los juegos pan y parapanamericanos tampoco se recordarán por su espíritu formativo ni pedagógico. Hay que reconocer que aprendimos poco en esta ocasión tan inmejorable

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